NO DEJES DE COMUNICARTE. EL SILENCIO AISLA

viernes, 1 de julio de 2011

EN DEFENSA DEL BUEN USO DEL IDIOMA


Cuando me inscribí como participante del Seminario de Locución Internacional 2011 organizado por la Asociación de locutores del Perú, nunca me imaginé que Rosa Lozano presidenta de la asociación iba a recurrir a mi para que reemplazara a un expositor que en el primer día le comunicara que no podría asistir al día siguiente a presentar su ponencia “ EL USO CORRECTO DEL IDIOMA”

Comparto mi ponencia que creo quedó bastante bien.
Aunque ustedes tienen la última palabra.

SEMINARIO INTERNACIONAL DE LOCUCIÓN
“EN DEFENSA DEL BUEN USO DEL IDIOMA”
Cuando Rosa me pidió ayer que reemplace al Dr. Marcos Martos Carrera y hable sobre el uso correcto del idioma, dudé en aceptar porque además de ser locutora, maestra de ceremonias etc. soy “cuestionadora” profesional entre comillas porque creo que el término cuestionador o cuestionadora no existe. Entonces ayer lo primero que me cuestioné antes de aceptar fue: ¿Con qué autoridad me paro aquí y les hablo del buen uso del idioma?. ¿Quién soy yo? etc. Después en un arranque de bondad me puse en el lugar de Rosita y me dije: "ayúdala manie sácala de este momento difícil en el que se encuentra". Total siempre he defendido el buen uso del idioma, y todos los que me conocen saben que suelo caer antipática porque siempre estoy corrigiendo cuando considero que algo esta mal dicho, pero debo confesar que si me piden un sustento técnico muchas veces no puedo darlo porque no sé. Solo sé que cuando tengo dudas recurro al diccionario. Es más ese libro es uno de mis mejores amigos. Y... ¿saben cuándo creo que empezó esta inquietud por el uso correcto del lenguaje? Cuando yo trabajaba en el noticiario 24 horas el espectáculo de la noticia, un día vinieron a ser entrevistadas las campeonas de voley. Entre ellas se encontraba Irma Cordero a quien yo admiraba mucho porque a pesar de mi corta estatura practicaba el voley y justamente mi puesto era el de levantadora al igual que Irma. Entonces le dije Irma te admiro porque eres una trome. Eso significó que me enviaran una comunicación llamándome la atención por utilizar un término tan vulgar como trome. Advirtiéndome que la próxima vez sería suspendida sin goce de haber. Ahora hasta hay un diario que se llama así. Creo que ese incidente me marcó y de ahí en adelante mi preocupación fue hablar bien el castellano.
Y aquí estoy delante de ustedes lista para plantearles o para contagiarles mis inquietudes.¿VALE LA PENA DEFENDER EL USO CORRECTO DEL IDIOMA?Por ejemplo,(y esto no lo digo como crítica sino que lo uso como base para plantear mi duda). Ayer escuchamos con deleite la intervención de Cecilio Soria Gonzales
Nos encantó con su frescura, su honradez, su entusiasmo. Y con ese mismo entusiasmo dijo: haiga en vez de haya, estea en vez de esté y vinistes en vez de viniste. Y hasta se dio el lujo de decir conchudo. En otro momento seguramente nos hubiésemos escandalizado. En Argentina es una de las peores palabras que se puede decir. ¿Se le descalificó por no hablar bien? No. ¿Por qué? Porque al no ser el castellano su lengua madre se le perdonan ciertos errores. Y luego viene Augusto Alvarez Rodrich
y utiliza términos como: chamba, fregar, de dos patadas, calata etc. Y a él tampoco lo descalificamos ¿por qué? porque a él ya lo conocemos y sabemos que esa es su forma de hablar y supongo que ha decidido usar esos términos populares porque cree que así llega mejor a su público. O escuchamos a un elocuente político que dice recección en vez de recepción o acectar en vez de aceptar. El error de dicción que más se comete aunque no lo crean.
O periodistas y locutores que dicen y escriben preveer en vez de prever. hubieron en vez de hubo, negroide en vez de negro, o creo de que en vez de creo que. El más reciente que le escuche a un reportero de ATV : Una policía fémina.
Y aún así siguen trabajando en los medios.
¿VALE LA PENA DEFENDER EL CORRECTO USO DEL IDIOMA? Hector Velis Meza y Hernán Morales Silva escribieron un libro llamado Vicios en el lenguaje del chileno. Héctor Velis-Meza, en la actualidad, es profesor de Discurso Oral, Periodismo Multimedial, Oratoria y Ética Profesional en la Universidad Central. y Hernan Morales Silva es Periodista, editor de libros, docente universitario y pintor.
Ese libro publicado en el 2004 tuvo mucho éxito, sin embargo pese a la demanda y luego de varias reimpresiones se suspendió su publicación. La razón por la que se tomó la decisión de no seguir en el mercado es porque descubrieron que numerosas incorrecciones consignadas en él habían dejado de serlo por determinación de la Asociación de Academias de la lengua Española.
Dice Hector Velis : “En realidad hablar bien es un lujo, un gusto que se dan muchas personas que disfrutan empleando los vocablos con la propiedad debida. Pero este deleite sólo lo disfrutan los escasísimos privilegiados que conocen el significado de las palabras. hablar bien es sólo un placer solitario, porque muy pocas personas lo reconocen, algunas ni se dan cuenta, otras piensan que es uno el que está cometiendo los errores, no faltan los que agregan el calificativo de siúticos a los que usan adecuadamente el lenguaje y se termina convertido en el bicho raro de la sociedad”.
¿VALE LA PENA DEFENDER EL USO CORRECTO DEL IDIOMA?Permítanme compartir ahora con ustedes algo de lo que enseño en el taller de comunicación oral que dicto en forma personalizada.
Cuando uno decide comunicar en voz alta un pensamiento, inquietud o sentimiento es porque quiere compartir sobre todo compartir. Por eso es importante plantearse 3 objetivos principales 1.- Que me presten atención, 2.- Que me entiendan y 3.- Que me crean. ¿Cómo logro esos objetivos? en pocas palabras Con Actitud y lenguaje corporal, con voz agradable bien modulada. volumen y tonos adecuados, velocidad moderada. Dicción clara y lenguaje correcto fácil de entender. Pensando antes de hablar, poniéndonos en el lugar del otro y sonriendo siempre sonriendo El profesor de comunicación interpersonal de la universidad de california Albert Mehrabian a finales de los 70 principios de los 80 a través de entrevistas logró descomponer el impacto del mensaje en porcentajes y estos fueron los resultados.
55% lo atribuyen al lenguaje visual, 38% al vocal y el 7% al verbal. Se llama la formula 55-38-7. El componente verbal se utiliza para comunicar información y el no verbal para comunicar estados de ánimo y actitudes personales. Lo ideal es lograr el equilibrio entre el lenguaje verbal, el no verbal y la voz.
¿VALE LA PENA DEFENDER EL BUEN USO DEL IDIOMA? Para que conozcan cuál es finalmente mi respuesta permítanme compartir con ustedes un artículo escrito hace muchos años por Ricardo Blume queridísimo actor peruano radicado en Mexico. Se llama amor a las palabras y lo escribió cuando se acercaba la celebración del día del idioma. Dice así:

AMOR A LAS PALABRAS

Para algo debe servir el Día del Idioma, digo yo. Y así como en su día, a la madre se le regalan flores, aprovecho la cercanía de la fecha, para declarar mi amor a las palabras y las particulares relaciones que mantenemos un tanto a escondidas. Como actor, uso y digo las palabras de otro para un auditorio. Cuando escribo, empleo y selecciono mis propias palabras. Más pobres que aquéllas, naturalmente. Las escribo para ser leídas mentalmente, y a solas.

Dos diálogos, pues. Uno público con alta voz, con palabras prestadas y otro íntimo en que trato de expresar o comunicar infinidad de cosas con mis propios términos, en una especie de libertad de expresión, llevada hasta el extremo. Los actores nos enamoramos de las palabras a primera vista. Desde la lectura del libreto. Son nuestro primer contacto con el autor y sus ideas. El hilo desde el cual, empezamos a desenredar la madeja de la que saldrá nuestro personaje, al cabo de los ensayos.

Nos gusta jugar y retozar con ellas, y entre ellas. Se establecen entre nosotros nexos de sensualidad. Y a veces un amor desenfrenado que nos puede ser fatal, porque nos lleva al engolosinamiento y al regodeo. Y es que para que se nos oiga y se nos entienda, descomponemos las palabras, las desarmamos. Primero en sus cinco sonidos puros, las vocales, que aprendemos a colocar en su lugar exacto, mediante los ejercicios de vocalización, como hacen los cantantes.

Después vienen las consonantes, las que suenan, con las que no resuenan solas. Y apuntamos las silabas y las articulamos para formar palabras. Y con éstas, frases, oraciones, parlamentos. A veces sentenciales, a veces largas tiradas. Las palabras son la materia fundamental de nuestro oficio. Porque el teatro empieza con el diálogo. El soliloquio y el monólogo son, en realidad, diálogos con nosotros mismos o con el público. Siempre hay un interlocutor, alguien con quién hablar o a quién hablarle.

Nuestra técnica no se limita a las palabras, claro está. El espectáculo entra por los ojos y uno cree más en lo que ve que en lo que oye. Pero si le quitáramos a nuestro arte la palabra quedaríamos reducidos al mimo; al que, como al Moisés de Miguel Ángel provoca pegarle con el martillo diciéndole: Parla!.

Las palabras tienen color, sabor, temperatura y temperamento. Las hay cálidas y frías, ásperas y suaves, secas, húmedas, sinuosas y cortantes. Toda una gama interminable.

Como base fundamental de nuestro oficio, las armamos y desarmamos, las volteamos del revés, las destapamos como un reloj antiguo y hasta las despanzurramos como un muñeco de peluche. Y como el autor que las creó, las recreamos juntas y en concierto, en breves frases o en largas tiradas, que tienen ritmos, tiempos y cadencias como una música oral que sólo el hombre es capaz de producir. Con ellas, acomodándolas intuitiva o técnicamente, mezclamos pausas, transiciones y silencios elocuentes. Las soltamos de un tirón en un crescendo como una catarata o las entrecortamos como un pulso o una respiración que la emoción altera.

La palabra escrita es otro milagro silencioso. Para quien escribe de oído, sin conocer o recordar reglas gramaticales, la palabra en sí misma es un placer inusitado. Y poder escribirla al lado y en combinación con otras, una especie de juego riesgoso y deleitante.
Y te pareces a la palabra melancolía escribe Neruda. Y uno puede saborear la palabra, silabeándola. Ella misma es un poema breve, sonoro y perfecto. Nos trae la sensación de ese estado de ánimo particular que se parece tanto a una tristeza lánguida. La palabra es un mundo pequeño. Pequeños seres vivos para nombrar las cosas, que no viven sin ellas en nuestra imaginación. El paraíso debió ser ese reino encantado en que Adán y Eva empezaron a bautizar las cosas. Y se hicieron reales, diferenciadas, reconocibles, humanizándose.
Los poetas son los más altos y sabios creadores. Pequeños dioses que reinventan el mundo y las cosas nombrándolas de nuevo bajo nuevos términos. Expresan lo más complejo o más sencillo, según como mire, acomodando palabras de distinta manera, genial, arbitraria, caprichosamente. Quiero ensalzarme pero me encebollo – dice el cholo Vallejo en un tremendo juego de palabras como un salto mortal. Saber de dónde vienen las palabras, su prosapia, su origen, sus raíces, es otro placer intelectual. Descubrirlo siempre es deslumbrante. Como una posesión amorosa. Conocer su secreto es hacerla mía.
Amor a las palabras. No simplemente como utensilios de manejo diario para lo más elemental y rutinario. Sino como posibilidad de expresar, definir y comunicar los estados del ánimo, lo contradictorio, fugaz, inasible y deslumbrante de nuestra condición humana.
El uso imaginativo del lenguaje, cercando y asediando lo inefable. Las palabras como seres vivos, maleables, mutables, naciendo en los labios del pueblo, renovándose o cayendo en desuso. Cómo no amarlas, cómo no tratar de protegerlas de la depredación y del abuso.

Y ME PREGUNTO: ¿VALE LA PENA DEFENDER EL USO CORRECTO DEL LENGUAJE?